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ESTATUA

  • mikearcos
  • 20 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Empecemos por lo ingenuo y divertido, que no es otra cosa que el juego infantil estatua o congelados; ejercicio que consiste en poner en movimiento el cuerpo de los niños al ritmo de la música y dejarlo como iba -quieto- cuando se suspende la melodía. Lastimo que los humanos salimos de niños muy pronto, o por lo menos aparentamos. Quedemos congelados en el juego y nos referiremos a las esculturas que representan por distintas razones personas, animales o cosas y, se elaboran en diferentes técnicas. En la historia, estatuas con significado y reconocimiento mundial son las que existen, obvio no podemos quedarnos en el listado porque no alcanzaríamos; lo cierto es que unas y otras tienen tintes religiosos, políticos, conmemorativos, sociales, militares, por gustos y hasta decorativas. Referenciarlas o listarlas no alcanzamos, pero todas y cada una, transmiten un mensaje y tienen un significado. De tamaños tampoco podemos hablar, pero sí nos podemos congelar en los últimos acontecimientos, en donde en el mundo se están “aniquilando” los monumentos que simbolizan el racismo y la discriminación, que en pleno siglo XXI se vive de distintas maneras, a pesar que sólo se refleje en las tragedias con afrodescendientes.

Quedémonos en las efigies, que generalmente se construyen para destacar status, clase, posición, situación, homenaje, reconocimiento, recordatorio, celebración o simple “cepillo”. Pero más allá de los sistemáticos monumentos descabezados y caídos en buena parte del mundo, ¿qué repercusión, ganancias o transformación se pueden dar en el fenómeno que lo convoca? ¿Será suficiente para que la esclavitud, el racismo y la discriminación dejen de existir? En mi óptica detenida, estos incidentes de protesta y reclamación con la cabeza caliente, no trascenderán mientras no haya conciencia y reconocimiento del problema, -eso es como cobrar la infidelidad quemando el sofá- como primer paso para iniciar cambios sustanciales y definitivos, en donde el campesino y el citadino se respeten; el afrodescendiente y el blanco tengan los mismos derechos, espacios y posibilidades, en donde la diferencia y la inequidad no se establezca por ninguna razón, en donde el mestizo no se sienta blanco, etc. No es tarea fácil, porque en nuestro lenguaje del día a día, el real: hablamos de estratos, de clases sociales, de condiciones económicas y culturales diferentes, de abolengo, de educación pública vs: educación privada, los de medicina pre-pagada, los de EPS y los de SISBEN, y otras tantas. Diferencias son las que hay. Y por ende el trato y la atención también difieren entre unos y otros; por ejemplo, con los humildes, con los vulnerables y con los menos favorecidos la eficiencia no rinde y el tramite se alarga. Todo esto no se acaba fácil, porque el confort gusta y mirar por debajo del hombro es ególatra.

Terminemos con “pareces una estatua” como trato peyorativo a las personas calmadas, miedosas, parcas, asustadizas, frías, de poca iniciativa o que no se inmutan por nada. Expresiones de esta índole pueden frustrar a una persona y, si le ponemos el tonito de la ironía, especialmente con los niños, dañamos vidas, no lo dudemos. Por lo mismo, mucho cuidado porque nos podemos hacer merecedores de un busto.

Very cordiallly

 
 
 

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