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AVIONES

  • mikearcos
  • 16 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

La aviación tuvo sus inicios hace algo más de un siglo -1903- cuando los hermanos Wright probaron su planeador en un vuelo de 12 segundos. Desde entonces, estos vehículos del viento han tenido avances importantes en tecnología, capacidad, velocidad, potencia, comodidad y versiones múltiples. En Colombia se comenzaron a apreciar aproximadamente una década después, con un primer intento fallido. Pero bien, después de un siglo, ya volamos con facilidad a muchas partes del mundo, con la presente excepción pandémica. Siguiendo con Colombia, este medio de locomoción de pasajeros y carga, tiene peyorativamente su significado. Y es que “aviones” son los que tenemos y pululan en la Patria Boba, con millas acumuladas en vuelos políticos, económicos y sociales, “aviones” que le sacan ventaja y tajada a cualquier circunstancia, más en beneficio personal que altruista. Igual que las naves de transporte aéreo, existen tamaños y proporcionalmente valores, somos conocedores de las distintas avionadas que se pegan algunos políticos, contratistas, líderes, empresarios, simulando vuelos bondadosos y solidarios, pero con aterrizaje de barriga que le duele y afecta solamente al pueblo en general. Pero, atención pasajeros: también hay “avionetas” refiriéndome a que el género femenino también hace parte de estos “vuelos chárter”, ya no hay vergüenza de nadie. Lo anterior, sin contar las pistas de aterrizaje clandestinas que se construyen con y sin conocimiento de causa, para el transporte de la mata que mata y el polvo blanco.

Estas naves del espacio aéreo, las tienen multimillonarios, deportistas, artistas, empresarios, entre tantos. Pero cuando no son dueños de los mismos, en Colombia se usan las propiedades del Estado para servicio particular y familiar; como los últimos sonados casos de la familia presidencial al Eje Cafetero, el Fiscal junto con el Contralor a San Andrés y el Fiscal a Pereira, precisamente no en misión oficial. El problema no es de pasajes o tiquetes, que finalmente están por el orden de los 300 mil pesos por pasajero, sino el costo que implica para el erario público o, dicho de otra forma, para el bolsillo de los colombianos, poner a volar estos aparatos, que necesitan servicio en tierra, mantenimiento, combustible, tripulación, costos de operación, seguros, etc. obvio, más los gastos de representación de quienes vuelan a costilla de los colombianos. En un tanteo, tirando a tonteo, la hora de vuelo en costos está por el orden de los 11 millones de pesos y si agregamos hoteles, comidas, transporte en tierra, escoltas, acompañantes y todo el combo, los valores ascienden significativamente. Y, tras de cotudos con paperas, porque quienes abusan de la “autoridad” les falla la “torre de control” porque no reconocen que se pudieron equivocar y quieren bravuconamente “justificar” sus “avionadas”. Se les escapa o les importa poco, que ahora es más fácil identificar y saber lo que ocurre y pasa a nuestras espaldas. Seguramente, les dará lo mismo y seguiremos viendo “vuelos” de esta naturaleza a lo largo y ancho del territorio colombiano.

A muchos de los de a pie, les ha tocado la suerte de volar con bóxer, cannabis, y tanto psicoactivo que existe; siendo un problema social y de salud. Dios nos libre de cualquier tipo de estos vuelos.

Very cordiallly

 
 
 

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