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ADIOS A LAS ARMAS

  • mikearcos
  • 20 ago 2020
  • 2 Min. de lectura

Así estoy bautizando a esta columnita, porque la novela la leí hace algún tiempo y mucho después conocí la casa -museo- del autor Ernest Hemingwey, en Key West. También porque a propósito de los 75 años de los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, Rodrigo Jiménez Mejía, entonces catedrático de la Universidad Libre, valoró positivamente la bomba al decir “que salvó vidas e hizo envejecer en un día todos los armamentos”. Pero obvio, después de 1945, no hay tal; las armas continúan y sus efectos por su buen y mal uso, no se hacen esperar. Sólo, como referente: Colombia es el quinto país donde mueren más personas por armas de fuego. (sin contar armas blancas y demás). Es un tema del que es difícil hablar, pero que necesariamente hay que abordar. Por sus consecuencias violentas, las autoridades mantienen restricciones para su porte, pero no es suficiente.

Hoy por hoy y desde que apareció el coronavirus, vamos por los 23 millones de contagiados y cerca del millón de muertes por culpa de la pandemia, en el término de cinco meses. ¿Y qué ha pasado? Pues que las “armas” del momento histórico, son otras; todas aquellas acciones, actuaciones o situaciones que nos pueden contagiar y que si no nos sabemos cuidar, hasta la muerte nos puede causar: los abrazos, estrechones de manos, contacto o acercamiento social, reuniones múltiples, visitas, acariciar y amacizar, tocarnos la cara y por supuesto la cara a otro, no lavarnos las manos, no usar el tapabocas, guantes y si se puede overol antifluidos; no desinfectar superficies y todo lo que pasa por nuestras manos y las manos de otros; como también los elementos y productos que mercamos o recibimos a nivel de domicilios; estornudar a los cuatro vientos, esparciendo partículas salivales cual átomos volando -cuando ya no podemos exclamar ¡salud!- toser sin cubrirnos la boca con el brazo, participar en fiestas clandestinas, evadir el confinamiento, hacerle el quite al toque de queda, ingresar a la residencia con la ropa con la cual estuvimos en el mercado, no fortalecer el sistema inmunológico; pero sobre todo y sobre todos: la falta de responsabilidad y de conciencia, que son de nuestro resorte solucionar, y para esto existen otras “armas” fundamentales: cultura y educación.

Se podría semejar, que un tapabocas hace lo que un chaleco antibalas: evitar el ingreso del elemento nocivo al cuerpo, que hiere/contagia o mata (virus o bala).

VIRUTAS. Las cosas están cambiando; al punto, que del debate de permitir o no el celular en clases escolares y prohibirlo en los manuales de convivencia de las Instituciones Educativas, pasamos a hacerlo imprescindible para las clases, por ahora a remoto o si se quiere, virtuales. Tuvo que llegar la pandemia para aprender…

Very cordially

 
 
 

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